Para viajar hay tantos motivos como personas en el planeta, y cada una de ellas, puede tener también varias motivaciones para hacerlo. Existen desde los motivos de trabajo hasta los familiares, pero ¿si no es por una necesidad evidente, por qué lo hacemos? ¿Por qué viajamos? En la mayor parte de las ocasiones, lo hacemos por el puro placer de saciar nuestra curiosidad, huir del estrés y sentirnos libres. También estas son necesidades.
En un mundo como el nuestro, donde la tecnología nos acerca las imágenes y videos de otras partes del globo, la curiosidad por viajar no es menor, sino justamente lo contrario. El ser humano ha sentido siempre la necesidad de descubrir, y para ello, no nos vale con las palabras de los demás: queremos estar allí, olvidar todo lo que nos preocupa por unos días para estar en ese lugar en primer persona, y así, poder verlo, escucharlo, sentir su aroma y saborearlo. Porque queremos ser nosotros mismos los que descubramos esos lugares. Ser nosotros quienes hagamos la foto, y porqué no también, aparecer en la foto.
Viajar se convierte en nuestra válvula de escape cuando la presión de nuestras rutinas, por placenteras que sean, nos hace sentir que necesitamos un descanso. Así, empezamos a pensar en nuestro próximo viaje y comenzamos a construir ya el camino hacia él. Elegimos destino comenzando por aquellos que despiertan más nuestra curiosidad, e imaginamos esos días con todo lujo de detalles. Queremos dejarlo todo atado y saber que cuando volvamos, habremos aprovechado nuestro tiempo al máximo. Pero por mucho que lo intentemos, siempre hay algo en nuestros viajes con lo que no contábamos y que resulta difícil de explicar; y es que con cada uno de nosotros, regresa a casa una nueva vivencia que nos transforma. Nos sentimos diferentes, porque de alguna manera, ampliando nuestro horizonte y aprendiendo a derribar preconceptos, hemos crecido personalmente.
Hasta aquel que viaja con ésta lección aprendida, regresa a casa con una sorpresa, porque ninguno de nosotros sabe cuál será exactamente la vivencia que genere ese cambio. Ese click que hace que ninguno de nuestros viajes resulten nunca indiferentes. Quizás ese sea el motivo por el que viajamos, porque en un mundo donde parece que todo está planeado, aún podemos maravillarnos con algo que rompa todos nuestros esquemas.